Yamilé
Mateo Arañó
Existen
nombres de calles que recuerdan épocas vividas, nombres de héroes, de establecimientos o comercios que
existieron en ellas; pero hay otras, que reflejan la ocurrencia del
santiaguero.
Existe
una historia desempolvada por el cronista Ramón Cisneros Jústiz que recuerda el
origen de la calle Paraíso y que relata que cierta vez que se le hacía justicia
a un convicto y confeso criminal de larga historia penal, el público exclamaba
frenético: ¡qué se vaya al infierno!
En
tanto el reo ya preparado para ir a la horca, en los estertores de la agonía,
movía las piernas como en una macabra danza y esto motivó a un santiaguero
guasón a exclamar ¡qué infierno ni ocho cuartos, que va, este va pa´l paraíso!
¿No ven cómo baila?
Aquello
impresionó tanto a los presentes que empezó a llamarse paraíso a la horca y a
la calle que hasta entonces se nombraba Santiago.
Hasta
nuestros días ha trascendido con dicha denominación, aunque oficialmente se
llama Plácido, por el poeta mulato que fue condenado a la horca por su
participación en la Conspiración de la Escalera.
Existen
relatos como este que muchos no conocen, que denotan la jocosidad y la
ocurrencia del santiaguero desde siempre, y aunque fueron parte de la
cotidianidad en alguna época, dejaron sus huellas en las leyendas citadinas.