No hay nada más parecido al Quijote que un amigo mío. Es
espigado como una vara, en vez de sombrero de ala ancha con barba pequeña usa
una boina. Es el loco más cuerdo que he conocido. Es amante de las tierras y
pueblos americanos, de esos que sangran la pobreza y el exterminio durante
siglos.
Su arma es una Nikon al que no se le escapa nunca la
expresión
latinoamericana. Tiene miles de historias de luchas, enfrentamientos y viajes por todo el continente conociendo a su gente, a la misma que sufre y sobrevive el desgarro de la tierra y la miseria arraigada.
latinoamericana. Tiene miles de historias de luchas, enfrentamientos y viajes por todo el continente conociendo a su gente, a la misma que sufre y sobrevive el desgarro de la tierra y la miseria arraigada.
De la misma gente que ha luchado por un porvenir social más
justo a donde puedan acceder a las riquezas de sus suelos con el sudor de
trabajo.
Ese amigo mío se llama Carlos, un nombre tan común y tan
latino como él, aunque vive en Estados Unidos es un mexicano que emigró desde
muy niño y conoció de los dolores de vivir en tierra extranjera.
Es admirador de Fidel, del Che y de Cuba. En ocasiones se atreve a escribir,
modestamente cuando le brotan versos del alma:
"Compañero
Fidel"
Cuanto
gusto vivir tu época,
cuanto
gusto verte a lo largo en tu
verde
y olivo, siempre en honor
a
los caídos en el camino a la victoria,
siempre,
a pesar lo gigante que eres
modestamente
andar entre el mundo y pueblos
sin
una medalla de gloria haciendo inútil peso
a
tu sencillo traje de "Comandante de las Américas",
no
hay medalla o broches de premios que exhibe
tu
grandeza moral e historia, tan alta como
las
palmas real, alcanzando el cielo azul cubano,
de
punta a punta, a lo largo de cincuenta años,
sin
tregua ninguna, mientras almas de tu querido pueblo te esperan como hermano,
compañero,
estrechan
la mano, ambos historia saludan con el cariño caribeño, que abunda y brilla La
Perla Antillana,
Isla
de Martí.