martes, 23 de septiembre de 2014

El verdadero valor del tiempo



En el transcurso de la vida no pocos acontecimientos te estremecen el suelo, sobre todo cuando perdemos a alguien cercano. Nos percatamos que todos estamos de paso y que el tiempo es corto, increíblemente corto.
Y es cuando nos repensamos y cuestionamos si el que aún disponemos lo pasamos como soñamos alguna vez.  Cuántas preocupaciones trastornan a diario el descanso de muchos y nos ponemos metas para ser felices, sin percatarnos que estamos viviendo mientras tanto y que tenemos a la mano pequeños detalles que marcan la diferencia, la salud de nuestros niños, la unión familiar, la llamada del amigo que a pesar de la distancia y de no tener la juventud de los años universitarios en que se compartían de las fiestas y de los tragos del ron más barato, aún persiste la amistad incondicional.
Una profesión que ejercemos con placer, aunque quizás no sea la mejor remunerada, un gran amor, los padres o abuelos vivos aunque los achaques marquen el ineludible almanaque, una mascota que muestra lealtad con cada movimiento de la cola o el lamido inesperado, las plantas que florecen agradecidas en nuestro jardín por cada vez que las regamos ...
Sin embargo no pocos esperan angustiados un mejor salario, el viaje al extranjero, la casa de sus sueños y pasan por alto esas pequeñas cosas, en las que casi nunca reparamos hasta que no la perdemos.
El tiempo pisa los talones sin manera de retroceder y de nosotros depende disfrutarlo de la mejor manera que esté a nuestro alcance. Si bien es cierto que para los cubanos la cotidianidad se torna en no pocas ocasiones difícil por las escaseces, si no siempre la economía familiar posibilita acudir a diversos lugares de recreación y esparcimiento, podemos encontrar al menos esos pequeños momentos de placer que  hacen de la existencia un poco más llevadera.

 La vida es corta y es natural soñar con mejores oportunidades, trazarnos metas, proponernos alcanzar el cielo, es la única manera de desarrollarnos como personas, pero en el camino a este horizontes anhelado, disfrutemos del paisaje, hagamos amigos, amemos a quien tengamos al lado, despeinémonos y bailemos como si nadie nos estuviera viendo.
Valoremos a las personas que comparten sus días con los nuestros y no perdamos la oportunidad de decirles cuánto la amamos, nunca sabemos cuándo será la última vez.
Hace un tiempo leí que cada persona tiene un banco de tiempo, que cada mañana te acredita 86 400 segundos, al llegar la noche borra y da como pérdida  cualquier cantidad de este crédito que no se use con buen propósito. Este banco no arrastra saldos ni permite sobregiros. Cada noche borra el crédito del día, no puedes dar marcha atrás, solo queda el arrepentimiento por el saldo que no usaste como hubieses querido.
La vida pasa, con asombro nos delata el espejo como se escapó la lozanía de la juventud, o cómo los años ya dejan ver la madurez en las canas que empiezan a aparecer o en la marca de la frente que se niega a desaparecer aunque te empeñes en estirar la piel.
El momento para ser feliz es ahora, con lo que tenemos sin dejar de tener aspiraciones, nunca sabemos cuando se nos acabe el crédito que el tiempo nos da.









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