En el
transcurso de la vida no pocos acontecimientos te estremecen el suelo, sobre
todo cuando perdemos a alguien cercano. Nos percatamos que todos estamos de
paso y que el tiempo es corto, increíblemente corto.
Y es
cuando nos repensamos y cuestionamos si el que aún disponemos lo pasamos como
soñamos alguna vez. Cuántas
preocupaciones trastornan a diario el descanso de muchos y nos ponemos metas
para ser felices, sin percatarnos que estamos viviendo mientras tanto y que
tenemos a la mano pequeños detalles que marcan la diferencia, la salud de
nuestros niños, la unión familiar, la llamada del amigo que a pesar de la
distancia y de no tener la juventud de los años universitarios en que se compartían
de las fiestas y de los tragos del ron más barato, aún persiste la amistad
incondicional.
Una
profesión que ejercemos con placer, aunque quizás no sea la mejor remunerada,
un gran amor, los padres o abuelos vivos aunque los achaques marquen el
ineludible almanaque, una mascota que muestra lealtad con cada movimiento de la
cola o el lamido inesperado, las plantas que florecen agradecidas en nuestro
jardín por cada vez que las regamos ...
Sin
embargo no pocos esperan angustiados un mejor salario, el viaje al extranjero,
la casa de sus sueños y pasan por alto esas pequeñas cosas, en las que casi
nunca reparamos hasta que no la perdemos.
El
tiempo pisa los talones sin manera de retroceder y de nosotros depende
disfrutarlo de la mejor manera que esté a nuestro alcance. Si bien es cierto
que para los cubanos la cotidianidad se torna en no pocas ocasiones difícil por
las escaseces, si no siempre la economía familiar posibilita acudir a diversos
lugares de recreación y esparcimiento, podemos encontrar al menos esos pequeños
momentos de placer que hacen de la existencia
un poco más llevadera.
La vida es corta y es natural soñar con
mejores oportunidades, trazarnos metas, proponernos alcanzar el cielo, es la
única manera de desarrollarnos como personas, pero en el camino a este
horizontes anhelado, disfrutemos del paisaje, hagamos amigos, amemos a quien
tengamos al lado, despeinémonos y bailemos como si nadie nos estuviera viendo.
Valoremos
a las personas que comparten sus días con los nuestros y no perdamos la
oportunidad de decirles cuánto la amamos, nunca sabemos cuándo será la última
vez.
Hace un
tiempo leí que cada persona tiene un banco de tiempo, que cada mañana te
acredita 86 400 segundos, al llegar la noche borra y da como pérdida cualquier cantidad de este crédito que no se
use con buen propósito. Este banco no arrastra saldos ni permite sobregiros.
Cada noche borra el crédito del día, no puedes dar marcha atrás, solo queda el
arrepentimiento por el saldo que no usaste como hubieses querido.
La vida
pasa, con asombro nos delata el espejo como se escapó la lozanía de la
juventud, o cómo los años ya dejan ver la madurez en las canas que empiezan a
aparecer o en la marca de la frente que se niega a desaparecer aunque te
empeñes en estirar la piel.
El
momento para ser feliz es ahora, con lo que tenemos sin dejar de tener
aspiraciones, nunca sabemos cuando se nos acabe el crédito que el tiempo nos
da.
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