martes, 13 de enero de 2015

¿Es Santiago una ciudad violenta?



 Yamilé C. Mateo Arañó
Santiago de Cuba tiene fama de que su gente además de solidaria y jaranera se parece también al mismísimo toque del tambor o el arrollador baile de sus congas.
Algunos aseguran que la sangre que corre por las venas de la ciudad es caliente y explosiva, surgida de la misma mezcla que conforma la población santiaguera.
Existen barrios particularmente marcados como violentos, generalmente son aquellos apartados de la ciudad que antes de la Revolución vivían personas de muy bajos recursos y en condiciones precarias, que fueron marginados durante muchos años.
Sin embargo durante el fervor revolucionario clandestino muchos de los jóvenes de estas barriadas dieron su aporte de una manera intrépida y valerosa, o sus nombres engrosaron las filas de los que lucharon en Angola.
Y hoy aunque son muchos los adelantos sociales de cada territorio, las mejoras en las viviendas y acceso de empleos, incluso el número de universitarios y personas integradas social y políticamente, el barrio ha dejado una impronta en la manera de comportarse y entender la vida.
Mariela es universitaria y vive en Chicharrones, sus padres son también profesionales pero sabe que su barrio es distinto a otro, “mira lo que quizás en otros lugares pasa inadvertido, o se arregla en reuniones o con una conversación pacífica aquí es de una manera violenta. Si no eres así y demuestras miedo te ponen el sello, así ha sido siempre y estas conductas se transmiten de generación en generación.
“La fama de Chicharrones se la ganaron a golpe de guaperías, y aunque en la actualidad ya no es como antes siempre quedan sus rezagos que inculcan en el seno familiar”.
Javier es de la avenida René Ramos Latour, tiene ya 50 años y siempre ha vivido en esta zona, “yo conozco a casi todo el mundo por aquí, y cuando uno piensa en por qué la gente es así hay que tener en cuenta que los primeros que se asentaron en esta zona eran personas muy pobres y marginadas por su estatus social o racialmente y tuvieron que adoptar ciertas conductas un poco que para sobrevivir, aunque después del triunfo de la Revolución tuvieron acceso a todos los servicios de la sociedad de manera igualitaria, quedó en la conciencia de las personas maneras de comportarse y se transmitieron durante años.
“Cuando yo era un muchacho por ejemplo, estábamos en el detalle que si veníamos caminando por una de las aceras estrechas de la ciudad y de frente venía otro hombre, el que debía ceder el paso era el contrario, o cuando uno se pasaba de tragos siempre había un socio que venía cuidándote las espaldas, a veces sin que nos percatáramos, pero nos protegíamos así”.
Aún así no pretendo estigmatizar ninguna zona de la ciudad, aunque el índice delictivo sea mayor en algunas más que en otras, lo importante es crecerse según demande sus tiempos, intentar ser una persona íntegra en dependencia del barrio en que vivas.
 Sin sellos, sin dogmas ni marcas que siga siendo los pobladores de estas tierras tan cálidos como su temperatura pero que siempre reine el respeto y la integridad social.

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