Yamilé C. Mateo Arañó
Santiago de
Cuba tiene fama de que su gente además de solidaria y jaranera se parece
también al mismísimo toque del tambor o el arrollador baile de sus congas.
Algunos
aseguran que la sangre que corre por las venas de la ciudad es caliente y
explosiva, surgida de la misma mezcla que conforma la población santiaguera.
Existen
barrios particularmente marcados como violentos, generalmente son aquellos
apartados de la ciudad que antes de la Revolución vivían personas de muy bajos recursos
y en condiciones precarias, que fueron marginados durante muchos años.
Sin embargo
durante el fervor revolucionario clandestino muchos de los jóvenes de estas
barriadas dieron su aporte de una manera intrépida y valerosa, o sus nombres
engrosaron las filas de los que lucharon en Angola.
Y hoy
aunque son muchos los adelantos sociales de cada territorio, las mejoras en las
viviendas y acceso de empleos, incluso el número de universitarios y personas
integradas social y políticamente, el barrio ha dejado una impronta en la
manera de comportarse y entender la vida.
Mariela es
universitaria y vive en Chicharrones, sus padres son también profesionales pero
sabe que su barrio es distinto a otro, “mira lo que quizás en otros lugares
pasa inadvertido, o se arregla en reuniones o con una conversación pacífica
aquí es de una manera violenta. Si no eres así y demuestras miedo te ponen el
sello, así ha sido siempre y estas conductas se transmiten de generación en
generación.
“La fama de
Chicharrones se la ganaron a golpe de guaperías, y aunque en la actualidad ya
no es como antes siempre quedan sus rezagos que inculcan en el seno familiar”.
Javier es
de la avenida René Ramos Latour, tiene ya 50 años y siempre ha vivido en esta
zona, “yo conozco a casi todo el mundo por aquí, y cuando uno piensa en por qué
la gente es así hay que tener en cuenta que los primeros que se asentaron en
esta zona eran personas muy pobres y marginadas por su estatus social o
racialmente y tuvieron que adoptar ciertas conductas un poco que para
sobrevivir, aunque después del triunfo de la Revolución tuvieron
acceso a todos los servicios de la sociedad de manera igualitaria, quedó en la
conciencia de las personas maneras de comportarse y se transmitieron durante años.
“Cuando yo
era un muchacho por ejemplo, estábamos en el detalle que si veníamos caminando
por una de las aceras estrechas de la ciudad y de frente venía otro hombre, el
que debía ceder el paso era el contrario, o cuando uno se pasaba de tragos
siempre había un socio que venía cuidándote las espaldas, a veces sin que nos
percatáramos, pero nos protegíamos así”.
Aún así no
pretendo estigmatizar ninguna zona de la ciudad, aunque el índice delictivo sea
mayor en algunas más que en otras, lo importante es crecerse según demande sus
tiempos, intentar ser una persona íntegra en dependencia del barrio en que
vivas.
Sin sellos, sin dogmas ni marcas que siga
siendo los pobladores de estas tierras tan cálidos como su temperatura pero que
siempre reine el respeto y la integridad social.
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