A un amigo le falta un hermano. Hace unos días que ya no está más quien salió también del vientre de su “vieja”. Cuánto dolor carga mi amigo en ese pecho inmenso!
El día anterior de la fatal noticia vimos juntos fotos viejas que guardaba en una caja empolvada y volvió a vivir los cumpleaños de su niñez y los dulces y los globos compartidos con sus hermanos.
Se detuvo en su viejita a la que el tiempo la ha llenado de arrugas y achaques, en esos años que fueron y jamás volverán.
Pero le pongo una mano en el hombro a mi amigo y consolándolo le explico que penosamente la vida nos quita pero también nos da.
Sus cuatro hijos, el amor de su mujer, amigos que lo admiran y lo quieren, hermanos de la vida que se preocupan por él.
A mi amigo le digo que siempre hay por quien vivir y por quien luchar.
A los que no están a pesar del dolor inmenso de su ausencia, de la pena enorme que causa la muerte, se les sigue queriendo y nunca se olvida aunque llegue a la resignación.
Pero por esos que vibran por él, que los necesitan en sus días, hay que seguir.
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