Ella
no sintió las pataditas en su vientre, ni náuseas, tampoco los dolores de las
contracciones al parir. Mes tras mes la desilusión se manchaba de sangre. A
pesar de los remedios caseros, consultas de infertilidad, posiciones en las
relaciones sexuales, o las distintas etapas lunares, su vientre jamás creció.
Está
consciente de que el acto fisiológico de tener un hijo es maravilloso pero se
conforma con dar amor y recibirlo a cambio.
Por
eso al enterarse de que existía la posibilidad de adoptar a un pequeño que no
tenía amparo filial realizó todos los trámites legales para hacerlo propio.
Muchas
mujeres, al igual que esta que me pidió mantener en secreto sus señas, la vida
no les brindaron el regalo de un hijo, sin embargo son pocas las que realizan el
proceso legal de la adopción.
“Las
personas no acuden a este muchas veces por desconocimiento. Durante muchos años
se ha utilizado mucho más el trámite de la tutela, que es meramente un vínculo
de protección hasta que el niño cumple la mayoría de edad o hasta que se
remueva de su cargo tutelar, en caso que sea necesario, explica la fiscal Aseneth
Verdecia Rodríguez.
“Generalmente
las personas cuando van a adoptar ya conocen al menor, la mayoría de las veces
porque tienen algún vínculo familiar, o son vecinos o porque provienen de la
Casa de Niños sin Amparo Filial, y desgraciadamente sufrieron de abandono o
quedaron huérfanos”.
El Código que ampara
En
el Código de la Familia, en el artículo 9 del Capítulo VII se recogen las
principales normativas de la adopción a menores.
Se establecerá en interés del mejor desarrollo y
educación del menor, y creará entre el adoptante y el adoptado un vínculo de
parentesco igual al existente entre padres e hijos, del cual se deriven los mismos
derechos y deberes.
Para
realizar estos trámites en las instituciones pertinentes es imprescindible,
según el Código de la Familia cubano haber cumplido
veinticinco años de edad, hallarse en el pleno goce
de los derechos civiles y políticos, estar en situación
de solventar las necesidades económicas del adoptado y tener las condiciones
morales.
Además afirma que los cónyuges realizarán la adopción
conjuntamente. No obstante, uno de ellos podrá adoptar al hijo del otro, si el
padre o madre del menor que se pretende adoptar consintiera, hubiera fallecido,
hubiera sido privado de la patria potestad o fuera desconocido.
¿Una persona viviendo
en el extranjero puede realizar estos trámites?
La
adopción se puede hacer a cualquier
persona que tenga estos requisitos, pero en Cuba tenemos cierta resistencia a las
que viven en el extranjero, primero por las consecuencias que para el menor tendría
salir de su medio, con otro idioma, personas que no conoce,
características distintas a la de la
crianza o bien porque la finalidad de la adopción puede ser inescrupulosas como
el tráfico de órganos o prostitución infantil, y fuera del territorio nacional no tenemos
mecanismos para defender a ese niño, explica Verdecia Rodríguez.
“La
adopción internacional está amparada por la Convención de los Derechos
del Niño pero tiene sus detractores precisamente por las situaciones que se han
dado en el mundo.
En
nuestro país los casos que se han dado son generalmente de personas que viven
en otros países que están casadas con un ciudadano cubano y adoptan los hijos
de su cónyuge, en la mayoría de los casos para sacarlos del país, siempre y
cuando su padre o madre biológica lo autorice”.
“Existen
muchos casos de personas que crían niños que no son biológicos y se crean
vínculos afectivos sin que hayan necesitado jamás el proceso legal de adopción,
por desconocimiento o porque nunca se ha dado alguna situación en que se
necesitara realizar este trámite”.
El niño y la nueva
familia
Generalmente
los pequeños beneficiados son menores de cinco años porque son más moldeables a
la nueva familia y a sus modos de crianza.
Los
padres adoptivos aunque conocen las características del infante al recibirlo en
su seno se enfrentan a las mismas incertidumbres de educar de la mejor manera tratando
de crear un ambiente de armonía.
Algunos
prefieren mantener el secreto de las raíces biológicas del nuevo miembro y para
lograr silenciar este tema, muchos hasta permutan o cambian de ciudad, otros
creen que la verdad en edades tempranas evitaría futuros conflictos y
desilusiones.
Yanet
Matos, psicóloga médica piensa que contarle o no al menor sobre su origen
depende de muchos factores, por ejemplo,
de la edad para comprender, de sus características psicológicas, de las
relaciones con sus nuevos padres, “aún así pienso que en nuestro país, por
idiosincrasia estamos muy pendientes a la vida de los demás y somos indiscretos
por naturaleza, traería entonces consecuencias terribles a este infante
descubrir la verdad por otros.”
Estas
personas que acogen a estos niños están seguros que ser padres es más que un vientre fecundado o nueve meses de
embarazo.
Para
ellos dar todo el amor posible y recibir a cambio un abrazo con un beso mojado,
o escuchar con vocecita fina la palabra mamá o papá es la mayor felicidad del
mundo.
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