miércoles, 20 de noviembre de 2013

A un Tobi singular



Como él, Tobi, se llaman muchos canes en este país,  es cierto, y la verdad es que también es sato, no tiene una raza definida de esas que van a concursos de belleza o que son compañías de reinas y duquesas, pero tiene una lealtad inigualable.
Él ni siquiera es mío, es de mi suegro, pero siempre anda como un celoso guardaespaldas detrás de mí. 
Por mucho que Bernardo, el papá de mi esposo quiere que lo ayude a pastorear las ovejas, a cuidar la finca y hasta sembrar si fuese necesario, Tobi se niega, sale dando brincos y moviendo la cola con ánimos de jugar.
Es bueno recogiendo con la boca las piedras o ramas que se le tiran al aire, puede caminar kilómetros detrás de ti haciéndote compañía y si entras a algún lugar espera afuera con paciencia.
Y si lo dejo por breves minutos cuidando a mis niños, si por casualidad esta mente olvidadiza me obliga a regresar, no existe alma que se atreva a acercarse porque enseguida encuentra el gruñido y ladrido del perro.
Duerme como una persona boquiarriba, y aunque le llenas le llenes el plato de la comida disfruta hurgar en los basureros. No sé siquiera que edad tiene porque cuando llegó a casa ya no era adulto, sin embargo nos adoptó como su familia.
A veces se enamora y se va por unos cuantos días, dicen los que lo han visto que hizo una familia llena de cachorros carmelitas, con el hocico manchado como él, no tiene collar en el cuello ni cinta roja pero sí personas que lo quieren y se preocupan si no regresa al menos a dormir.
Anoche regresó Tobi, y Darío le llenó su plato mientras este le agradecía sacudiendo su cola.


La Milena que llegó después



Cómo es posible que cosas tan pequeñas, me refiero a tamaño, puedan ocupar un lugar tan grande dentro de uno. Los hijos llegan a veces sin avisar, otros después de largos meses de intento y desilusión manchada de sangre en las sábanas al despertar. Cuando teníamos otros planes profesionales, cuando estábamos ahorrando para un viaje o cuando más necesitábamos los ahorros para construir, sin embargo ese latido minúsculo dentro de uno siempre conmueve y abre las puertas de un amor que uno no sospechaba que fuese tan inmenso.
Esa manito que te agarra sella un lazo invisible tan fuerte que nunca más se deshace. Pensé que esto sucedía con el primer hijo, que las primerizas al sentir la maternidad por vez primera se entregan con más devoción, pero mi Milena me hizo darme cuenta que no.
Sí se quieren igual, ahora con más experiencia, sin tantos sustos cuando lloran y no sabemos por qué, o cuando regurgitan o tosen al darle el pecho, pero el amor es igual de grande.
“Ella tiene los ojos más bonitos del mundo”, y adoro cada uno de sus minúsculos atributos. Segundas partes sí son buenas, más aún cuando su boca pequeña en mi nariz me despierta simulando un beso que apenas saber dar.

Milena, así llamaba a mis muñecas en la infancia, por eso le puse así a la de carne y hueso. Dicen que en ruso significa la que da amor, y puede ser, mi bebita es melosa como un dulce en almíbar y la quiero hasta el abrazo más apretado, o como dice mi Darío hasta el cielo y hasta el Sol, ni más ni menos. Es un amor que no abarca ninguna unidad de medida, es simplemente así para sentirlo y disfrutar cada paso torpe que rompe algo a su paso, la embarrazón al comer o la carita arrugada cuando le doy miel con limón para el catarro que no se despega.
Ella y Darío conforman el tesoro más grande de mi vida, cada uno con sus diferencias pero sin celos ni rencores a las mordidas dadas ni al juguete arrebatado.
Milena llegó después pero para calar profundo en este pedazo de carne que se derrite haciendo de su mamá.

En cada mano empolvada una vida



La profesión del magisterio es una de las más antiguas, siempre alguien ha tenido que enseñar a las nuevas generaciones, sin embargo, muchas veces quedan escondidos sus nombres debajo de los logros del científico, de las medallas del deportista, de los premios del escritor…
Todos alguna vez necesitamos de alguien que tuvo la paciencia infinita de enseñarnos cada letra y su sonido, que nos guió la mano para mejorar la caligrafía después del borbotón sucio que hicimos en la libreta con el dedo.
Alguien que nos hizo recitar innumerable veces las tablas matemáticas y del que nos escondíamos para contar con los dedos debajo de la mesa.
Cuántos hoy no le agradecen a aquel profesor exigente que nos hacía temblar frente a la pizarra y a las manos blancas de polvo de tiza que nos copiaba la tarea para realizar en la casa.
Ser educador implica forjar hombres. En la calidad de su práctica está el futuro de la nación. El aula no sólo sirve para repetir una y otra vez las lecciones, se convierte también en el escenario para el debate abierto e inteligente, para encontrar un camino, incluso, una vocación.
Es una pena que en el mundo esta profesión sea menospreciada, que se le reste importancia a esta loable labor. Que en nuestro país elegirla es una de las últimas aspiraciones del que llena la boleta para optar por una carrera universitaria, que sufra tanto del éxodo de profesionales o que algunos de los que hoy son educandos lo hacen porque no sacaron mejores notas en las pruebas de ingreso.
  Recuerdos de cariño y admiración ocupan no pocos de los están frente al aula por tantas horas de consejos y dedicación. Conozco a muchos que sufren con sus alumnos las bajas calificaciones, las que no se exasperan con el que lee lento, con el que no levante la mano y cuando le preguntan se queda callado, con el de la letra ilegible o la ausencia injustificada, los que visitan el hogar del estudiante porque estuvo muy triste o preocupado durante las clases.
Los que caminan largos kilómetros montañosos para enseñar a dos o tres niños. Los que se convierten en los hombros de sus discípulos  adolescentes llenos de dudas y tropiezos, los que incitan al joven universitario a intentar cambiar el mundo por uno mejor, los que ya jubilados, se enorgullecen por los triunfos de los que alguna vez la llamaron maestra.
Para impartir clases hay que sentir amor por la carrera, como Josefa, ya jubilada, que a los de primer grado les enseñaba los números y letras con títeres, o Arailsa, la seño del círculo infantil que muestra a los pequeños la historia cubana mediante canciones que ella misma crea.
El educador es el velador de cada uno de los sueños que se tejen en la mente del alumno, de sus ansias por crecer y ser útil a los demás, del anhelo de aplausos por los resultados satisfactorios de su aprendizaje.
A muchas el polvo de la tiza y el esfuerzo de la voz le ha dejado secuelas en la salud, sin embargo no conciben sus días sin la algarabía de los escolares. Y es que educar es una tarea de titanes, sobre todo en estos tiempos. Por eso demos gracias al menos con el grato recuerdo a todos los que un día hicieron posible que hoy pudiésemos palpar nuestros sueños.

Llenando espacios vacíos




“Yo quiero dormir en el piso, pon a mi hermanito al lado mío para abrazarlo”, decía el mayor llorando cuando llegó la noche en aquel ambiente extraño para ellos, mientras las educadoras intentaban  acostar a estos pequeños recién llegados.
Luis y Juan no son los nombres reales de estos niños de 1 y 3 años, pero bastante tristeza llevan consigo y pagan sin saberlo apenas, los horrores del mundo de los adultos. Cuando llegaron al Hogar de Niños sin Amparo Filial La Casita, en Vista Alegre, estaban casi sin ropas, sucios, hambrientos y asustados. Los padres habían salido hacía casi un mes sin decir a dónde y llevándose las llaves de la casa, dejándolos al cuidado de otro menor.
A los dos días, según las educadoras parecían otros, con los cabellos recortados, limpios y más sedados. Es que en este centro, todos están dotados de una paciencia y amor infinito porque trabajan generalmente con niños  tristes, con trastornos emocionales, con carencias de cariño y poco apego familiar.
Calmados y rodeados de amor duermen tranquilos estos pequeños en La Casita


“La vida tiene sus propias redes, yo vine por un problema de salud sin saber a lo que me iba a enfrentar, al principio las historias de estos pequeños me producían tanto dolor que en algún momento pensé que no podía, pero me fortalecí gracias al deseo de ayudarlos” comenta Deysi Carmenati Calzado, educadora de La Casita.
En esta institución se alojan niños de 0 a 5 años, que vienen de hogares con padres psiquiátricos, alcohólicos, presidiarios, fallecidos o que abandonan a los hijos.  Durante el día asisten al Círculo Infantil y en la noche el personal que labora en el local los recibe como una familia adoptiva que les enseña buenos modales, se preocupan por el aprendizaje y el desarrollo psicomotor adecuado, por la ropa limpia y una correcta apariencia. Pero más que nada, de darles amor a aquellos que por infortunio carecen de este, en la edad de entender el mundo que les rodea con las primeras preguntas, de necesitar tanto como el alimento, del beso en la mejilla y el abrazo amoroso.
Ni solos ni desamparados
En el Hogar Infantil ubicado en Boniato donde viven los niños hasta alcanzar la mayoría de edad  tampoco les falta amor. Los nueve pequeños que conforman la matrícula actual del centro encuentran en cada una de las asistentes educativas una madre sustituta que además de cuidar de la higiene personal, de buscarlos en las escuelas, de inculcarles buenos modales, de asistir a las reuniones de padres, les brindan el apoyo y amor de una madre.
Para Juana Hormigó, trabajadora del centro hace más de diez años para laborar en centros como estos se necesita de mucho corazón, “si algunos de estos niños te lo ingresan una es la que está al lado de ellos en un hospital, cuando tienen algún problema nos convertimos en su hombro. Algunos de los egresados mantienen lazos de amor con nosotras, tanto es así que en no pocos casos hemos logrado que nos digan mamá. Hay uno de ellos, Leonardo, que hoy está ubicado en un puesto laboral y cada vez que tiene algún problema me llama o me visita a la casa como un hijo más.
“Para fin de año, venimos primero a compartir con ellos en la cena, bailamos y  nos reímos como si fuésemos una familia de verdad. En nosotras, conjuntamente con la psicopedagoga  del centro, encuentran las respuestas oportunas a las inquietudes de la edad y de su propia condición. Para atender a estos niños nos guía sobre todas las cosas el amor, ellos son como nuestros niños y uno trata de formarlos en la vida como haríamos con los propios. Es muy grato,  el día de las madres recibir un papel hecho por cada uno con una frase, un poema agradeciendo lo que hacemos por ellos. ”
Inculcar los buenos hábitos forma parte de la cotidianidad
Eliannis Margarita cumplió los 16 años recientemente en el centro, estudia Elaboración de Alimentos en el Politécnico Pepito Tey y sueña con pasar el Servicio Voluntario Femenino  y cursar una carrera militar.
A los niños del Hogar les permiten hacer prácticas laborales en la misma Institución
“A veces me siento muy triste, mucho más cuando viene a visitarme mi mamá y no entiendo algunas cosas, pero siempre encuentro en Mileidis, mi madre sustituta, un buen consejo y palabras de consuelo.”
Educar es un acto inmenso de amor, mucho más cuando la labor es anónima pero cómplice en cada palabra de afecto o en la sonrisa de algunos de estos infantes. No se limita solo a las pizarras ni al pupitre, se palpa en cada beso consolador o en los abrazos que se dan cuando parece que la soledad es demasiada carga para espaldas que comienzan a vivir.
Los trabajadores que interactúan con los niños sin amparo filial cada día ayudan a estos jóvenes espíritus a luchar contra ausencias y carencias emocionales llenando cada vacío con dedicación y, sobre todo, con mucho amor.

martes, 12 de noviembre de 2013

Las profundidades del alma de un pueblo



En ocasiones, apenas se necesita un pie forzado para convertirnos en filósofos y analistas sociales, solo que podemos pecar de superficiales en el afán,  como sucedió  después del discurso de nuestro presidente en el que inventarió, por decirlo de cierta manera, algunos de los problemas por los que pena la Cuba de hoy.
Se escuchó con frecuencia que en las organizaciones de masas o políticas se realizaron talleres sobre la formación de valores o que el análisis de estos estuvo incluido en el orden del día de alguna reunión, incluso, que el tema fue reflejado en la preparación de los planes pedagógicos, en muchos centros escolares,  como si fuese asunto de copiar en la pizarra.
Muy poco nos detenemos a pensar en las causas mientras vislumbramos una juventud perdida o un tiempo que va en detrimento. Las carencias de los últimos quince años no solo hicieron mella en la economía sino también en el alma de este pueblo.
Así recuerda Gerardo Nápoles cuando le hablo de la solidaridad, “Hace unos años en una parada, nunca se me olvida que fue un lunes casi a fin de mes porque yo no tenía en el bolsillo más que el dinero exacto para la guagua, puse delante a una embarazada, y casualmente cuando me iba a montar, el chofer determinó que yo no cabía. Pasó casi una hora hasta llegar la otra, ese día me pusieron una raya roja en la tarjeta, y hasta en una reunión del núcleo del Partido me analizaron, y todo por un gesto de solidaridad.
“Me ha sucedido también que en el ómnibus le he dado el asiento alguna muchacha y lo que hacen es que sientan al novio o al marido en el lugar cedido y ellas se sientan en sus piernas”.
Las personas piensan según viven, y las medidas adoptadas en un entonces para salvar una economía que se derrumbaba dividieron en clases a este país. Los que recibían remesas del exterior o manejaban los dólares eran los que más desahogados vivían. Y todo esto trajo consigo las diferencias, en las escuelas, en el barrio...
En el 2do Congreso de la AHS, en una intervención de Abel Prieto se refirió como las banalidades son entronadas precisamente por este grupo de personas que se sienten mejores que otras hasta por tener un celular más moderno, sobre todo en las nuevas generaciones.
Llegamos al punto de que en muchas instalaciones el cubano se menosprecia delante de un extranjero, y le revisamos los bolsos en la entrada de una tienda  a un coterráneo mientras a ellos los dejamos pasar con mochilas llenas.
Eduardo Morales recuerda con cierto aire de impotencia cuando tuvo en una ocasión que ir a un banco a depositar un cheque de su empresa y él acostumbraba en aquel entonces a trasladarse  en su bicicleta como su medio de trasporte, por eso usaba shorpetas por debajo de las rodillas. Esa vez el portero del banco no le permitió la entrada por su vestuario, que según aquel, era inapropiado, sin embargo mientras “dialogaban acaloradamente” entraron dos turistas en camisetas, chancletas y short corto.
No es un secreto para nadie que el índice de prostitución aumentó, y que existen madres que anhelan que sus hijas se encuentren a un extranjero “para mejorar su vida.” Pero sin mirar tan lejos, en cuántos barrios en vez de repudio ellas encuentran admiración por ser las que más “aportan” en las fiestas de la cuadra y son tratadas como triunfadoras.
Por otra parte el descontrol, el despilfarro, la doble moral en los cuadros de varios sectores abrieron la brecha al desvío de recursos. No fueron pocos los que se enriquecieron con los bienes del Estado, y el ser crítico en la cuadra o en el centro laboral fue un defecto que te marcaba como un delator.
Hoy no todos los jóvenes valoran los conocimientos universitarios como una meta profesional, sino el empleo con una remuneración que satisfaga las necesidades básicas.
No por falta de vocación se dejan las pizarras, por decir una de las profesiones que más padece del éxodo, para ocupar plazas de porteros, auxiliar de limpieza o custodios, en algún hotel o corporación.
La escasez de educandos ha provocado como daño colateral que no siempre al frente de nuestras aulas esté la persona adecuada para educar más que para instruir.
Nos lamentamos escuchar palabras obscenas en lugares públicos, pero cuántos  temas musicales groseros han tenido los primeros números en los Hit Parade nacionales, y son difundidos por nuestros medios. 
Para exigir que nuestros vecinos convivan en un ambiente de respeto existen leyes que sancionan y muy pocas veces son impuestas con rigor. Al contrario, reclamar nuestros derechos en la comunidad nos puede convertir “en los metiches o problemáticos”, aunque les afecte a todos por igual.
Cuba sobrevivió como pudo, y aún lo hace. Los valores no se han perdido sencillamente han cambiado, revolucionan conjuntamente con la sociedad, no se mantienen estáticos.
Inculcarlos o revocarlos no es cosa de maratones, de panfletos engavetados ni consignas. Reconocerlos es un paso de avance pero solo el diarismo y la experiencia personal nos va apropiando de ellos. La manera de vivir los condiciona en cada cubano y es que para entender a Cuba hay que latir con ella.

viernes, 1 de noviembre de 2013

SMS y el peligro para la ortografía





E x ti y xra ti, xq tkm, (Es por ti y para ti, porque te quiero mucho)  la primera vez que  leí este mensaje en un móvil pensé que era en latín, incluso tuve que consultar a otra persona a ver si entendía lo mismo que yo.
Estos tiempos de celulares, chats, y otros artefactos tecnológicos con servicio de mensajería con el afán de decir más con menos pueden provocar en aquellos que lo usan con frecuencia dificultades en la ortografía. 
De por sí, el cambio de juegos electrónicos por la lectura de un buen libro  y el corrector automático en las computadoras han hecho mella en la correcta escritura del idioma español.
   Muchos profesores, sobre todo de los niveles de Secundaria y Preuniversitario, se quejan de cómo algunos de sus alumnos presentan problemas severos al poner letras como b-v, c-s,  precisamente por el uso erróneo de los vocablos en estos equipos de mensajería rápida.
Al abordar a un joven de 30 años “adicto al celular” como el mismo se calificó, explicó que “la culpa lo tienen las corporaciones que tienen que ver con los servicios de mensajería, porque si te pasas de 140  caracteres te cobran el doble, por otro lado, sirve para ahorrar tiempo, te pasas menos tecleando y se entiende igual.”
El SMS (Short Message Service) es un servicio disponible en los teléfonos móviles que permite el envío de mensajes cortos entre teléfonos móviles que inventó un finlandés, Matti Makkonen en 1985.
Un mensaje SMS es una cadena alfanumérica de hasta 140 caracteres o de 160 caracteres de 7 bits, y cuyo encapsulado incluye una serie de parámetros que en principio, se emplean para enviar y recibir mensajes de texto normal.
A pesar de todas las ventajas que ofrece esta manera de comunicarse y sin negarse a los adelantos tecnológicos, sería bueno que usuarios, tuvieran cuidado luego con el uso correcto de la gramática y ortografía, recuerden que esta última se adquiere en gran medida por reproducción fotográfica de la mente.
Quizás en un futuro las aulas tengan pizarras electrónicas y las notas sean en SMS, pero hoy no lo es y sería muy triste, que nuestra juventud no tenga presente el valor de escribir bien y peor aún que el Español, lengua riquísima, se deteriore.