viernes, 16 de diciembre de 2011

Crisis en los hombros de la cubana




Aunque no queremos volver nunca más a aquellos años no debemos olvidar el pasado que sirve de simiente a nuestros días. Innumerables fueron las carencias por las que atravesamos los cubanos al caerse el Campo Socialista de la URSS y el recrudecimiento del bloqueo.
No nos habíamos sentido tan bloqueados como en aquel entonces. Aquellos tiempos tristes midieron nuestras fuerzas y resistencia. Cada cubano guarda en su memoria esos días, cada uno tiene anécdotas que contar cargadas de sacrificios e ingenio.
Pero sin dudas la peor parte la cargaron en sus hombros las mujeres convertidas en madres, esposas, amas de casas. Los mercados estuvieron vacíos para ellas, la comida cara y escasa, los artículos de aseo personal desaparecidos. Calzar y vestirse en esos momentos era una tarea de titanes.
En sus espaldas recayó el mayor peso. La angustia y el desespero nublaron la existencia de la mayoría de ellas con el deber de alimentar y sostener a su familia.
Varias cambiaron sus recuerdos familiares de oro por comprale zapatos y ropas a sus hijos. Ese fue en el mejor de los casos, porque las zapatillas hechas con cámaras de automóviles se convirtieron en  el último grito de la moda para los más necesitados. El mercado de ropa reciclada surtió muchos escaparates, y las telas de sacos pintadas fueron la materia prima para muchas costureras.
Maga debía volverse frente al fogón. Los precios en el mercado negro se dispararon a precios inimaginables. Fueron disímiles los aportes a la gastronomía criolla. El ingenio fue siempre la mejor arma de las que poblamos esta tierra. Dulces, compotas, refrescos y muchas otras recetas se realizaron con el plátano burro. Variedad que llegó como salvadora a muchas mesas cubanas. Leña, kerosene, alcohol y gas en pocos casos, se usaron para cocinar el plato diario.
La cría del puerco “mamífero nacional” como lo acuñó el dúo Buena Fe se hizo común en muchos hogares, incluso, hasta en los espacios más reducidos, como garantía de la proteínas para sus hijos. Alimentados con restos de comidas, piensos inventados a partir de cáscaras molidas, hierbas como la verdolaga y semillas del árbol conocido como  lipi-lipi, entre otras. Este animal fue una tabla de salvación para no pocas mujeres que a diario buscaban soluciones para que sus hijos comieran antes de ir  a la cama.
En alquimistas se convirtieron. Muchas inventaron jabones con cenizas, componentes químicos, raíces de maguey, etc. O como alternativa ablandaban el churre de la ropa con agua caliente y guardaban los restos de jabones en una media que al hecharlo en la lavadora se volvían espumosos.
Entintó los zapatos de sus hijos con tizne de candiles fabricados por ellas mismas para alumbrar sus apagones. Los priorizó para que no les faltaran los nutrientes necesarios para crecer, aunque en ella aparecieran las primeras señales de la neuropatía, enfermedad recurrente en muchos cubanos de la época, sobretodo en las mujeres.
Los divorcios matrimoniales aumentaron. Numerosas relaciones de pareja se afectaron ante tanto desequilibrio económico. Según estadistas el año que más divorcios hubo en Cuba fue en los ‘90 durante el período especial, principalmente en el año 1993.Y una vez más las mujeres llevaron la peor parte, se convirtieron en cabeza de familia.
A pesar que los tiempos tan críticos han pasado y que la cubana ha podido respirar un poco más aliviada ella no olvida. Siempre recordará las angustias y necesidades vividas. Aún así sigue aquí, en su tierra, tan firme como siempre.
Tantas lágrimas de deseperación, horas nocturnas de desvelo,  no le impidieron seguir amando un proyecto social por el que resistió. Ella culpa a esos años por esas arrugas que se marcan en sus rostros, a esas canas que se empeña en teñir, a la costumbre de guardar en su cartera un bolso de nylon “por si acaso aparece algo” y a la hipertensión de la que no pudo escapar.
Se ha vuelto ahora más ahorrativa e ingeniosa. Recuerda aquellos años con tristeza pero se empeña desde su puesto y da lo mejor de sí para no volver a vivirlos nunca más.

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